
Arrastre

La pesca con artes de arrastre o arrastre de fondo es una de las más extendidas por todo el mundo (aproximadamente un 40 % de las capturas mundiales).
El arte consiste básicamente en un gran saco de malla con forma de embudo, dividido en dos mitades. El tamaño de la malla va decreciendo desde la boca de la red hasta el copo, que es por donde se cierra el embudo para acumular las capturas. De cada una de las alas de la red salen unos cables y unas “puertas” que mantienen la boca de la red abierta mientras es remolcada por el barco pesquero.
Las especies recogidas con esta técnica son múltiples y variadas: puntillita, chipirón, calamar, sepia, choco, pulpo, acedia, salmonete, raya, solla, merluza, gallo, rape, rodaballo, lenguado, congrio, bacaladilla, fletán negro, gamba, cigala, langostino, alistado, carabinero y un largo etcétera.
También es la modalidad más regulada en todo el caladero nacional. Con el fin de preservar los recursos naturales, en el Golfo de Cádiz:
- Está prohibido faenar en pareja.
- Prohibido el arrastre pelágico.
- La dimensión mínima de la malla en este caladero deberá ser igual o superior a 55 milímetros.
- La profundidad mínima donde se puede operar es de 50 metros.
- La flota de arrastre tiene que descansar dos días a la semana.
- La talla mínima de la luz de malla y el torzal (grosor del cordón que teje la red) también se regula y se controla en cada caladero.
- Se establecen vedas y zonas prohibidas para el arrastre en los ecosistemas más vulnerables (praderas de posidonias o corales).
El arrastre tiene efectos beneficiosos para el medio donde opera, ya que en dosis adecuadas favorece la remoción de los sustratos del fondo marino, poniendo la materia orgánica a disposición de los seres vivos que habilitan en el medio. En profundidades donde apenas llega la luz solar produce un aporte de nutrientes, descubriendo larvas, gusanos o pequeños crustáceos que sirven de alimento a otras especies y que podrían quedar solapadas por efecto de las corrientes.